Tánatos, el dios de la muerte griego

Tánatos, o Tánato, es un dios poderoso y temido en la antigua Grecia. Su nombre, thánatos, significa “muerte” y representa la muerte pacífica y la muerte natural. En la mitología romana se le conoce como Mors. Tánatos protege el ciclo natural de la vida y la muerte y se encarga de llevar las almas de los fallecidos al Inframundo, donde son juzgadas y asignadas a su destino eterno.

Tánatos es hijo de Nix, la diosa primordial de la Noche y, según algunas versiones, de Érebo, dios primordial de la oscuridad. En algunas tradiciones, se le asocia con Macaria como su esposa, aunque, en otras, esta asociación no se nombra o simplemente no existe. 

Suele estar asociado a su hermano gemelo Hypnos, el dios del sueño, ambos personificaban el final de la vida y el descanso eterno. Mientras Tánatos representa la muerte no violenta, sus hermanas, las Keres, son las responsables de las muertes en batalla, asesinatos, accidentes y enfermedades devastadoras.

El poder y la influencia de Tánatos se extienden a todos los seres vivos, sin importar su estatus social o riqueza. Incluso los dioses son susceptibles a su poder, ya que ningún ser puede evitar su encuentro final con la muerte. A pesar de ser una figura oscura, Tánatos tiene un papel crucial en el equilibrio del mundo. Sin la muerte, la vida perdería su significado y las almas no podrían ser juzgadas por sus acciones en vida. Es gracias a Tánatos que existe el ciclo natural de nacimiento, vida y muerte.

Al tener la importante tarea de llevar las almas de los fallecidos al Inframundo, donde reinaba Hades, era considerado como el mensajero de la muerte y su presencia traía consigo un sentido de inevitabilidad y finalidad. Tánatos no era visto como un dios cruel o siniestro, sino más bien como una figura necesaria para mantener el equilibrio entre la vida y la muerte.

La forma de representar a Tánatos cambió con el tiempo. Hasta el siglo VI a. C. a Tánatos se le representaba como un hombre anciano junto a un Hypnos joven, una forma de representar la muerte como un estado de sueño prolongado y, a la vez, inevitable. En aquella época su presencia causaba temor y angustia.

A patir del siglo VI. A C, los griegos empezaron a ver a la muerte como una parte de la vida, como el final natural de la misma. Debido a este cambio de mentalidad, Tánatos empezó a representarse no como un anciano que se llevaba las almas al Inframundo sino como un acompañante sereno y amable que acompañaba al difunto a su destino final.

A partir de entonces, Tánatos era representado como un joven sombrío, con ojos penetrantes, de carácter sereno y silencioso, vestido con una armadura de batalla de bronce y alado. En sus manos porta una espada, con la que Tánatos cortaba un mechón de pelo del difunto para consagrarlo en el Inframundo, y una antorcha invertida o apagada, para extinguir la vida. También suele llevar una corona, pues la muerte reina sobre todos los seres vivos antes o después. Otro atributo suyo es una mariposa, que simboliza el alma del difunto.

Tánatos y su hermano Hypnos.

Tanto Hypnos y Tánatos viven en Érebo ubicado sobre el Tártaro, cerca de la mansión de Nix, su madre, allí donde el sol radiante nunca les alcanza y solo hay negros nubarrones que los sumen en el oscuridad en sendos palacios contiguos.  Ambos hermanos suelen acompañar a Nix cuando, en su carro, extendía la noche por el mundo.

Se dice que Tánatos tocaba a los mortales con suavidad cuando llegaba su hora, apagando su vida. Una metáfora muy vinculada a su hermano gemelo Hypnos, dios del Sueño. Ambos discutían cada noche para ver quien se llevaría a cada hombre arrebatando la conciencia a los mortales, pero sólo volvían en sí aquellos tocados por Hypnos. Aunque también se dice que Hypnos trataba de imitar a su hermano mayor e inducía a los hombres un estado similar a la muerte, pero siempre fracasaba, ya que su carácter era más calmado y tranquilo, mientras que Tánatos tenía el corazón de hierro y el alma despiadada de bronce, por lo que no permitía regresar a ningún mortal según Hesíodo.

En los mitos griegos, la figura quedó en un segundo plano, siendo nombrado en unos pocos relatos. En estos relatos Tánatos aparece como un dios severo que personifica la inevitable muerte, temida y respetada a partes iguales, que es marcada por las Moiras. En estos relatos Tánatos normalmente es retado por aquellos que anhelan de la inmortalidad y escapar del ineludible destino.

En “La Iliada” de Homero (en torno a 750 a.C.), Zeus envía a los gemelos Hypnos y Tánatos a recoger el cadáver de Sarpedón al campo de batalla donde había caído a manos de Patroclo. Sarpedón era hijo mortal de Zeus y el líder del ejército de Licia que luchaban en el bando troyano.

Hypnos y Tánatos cumplieron rápidamente con el encargo y llevaron el cuerpo de Sarpedón a Licia para poder recibir los ritos fúnebres y ser sepultado en su cuidad. Una vez sepultado, Tánatos lleva el alma de Sarpedón al Inframundo para su descanso eterno. A su vez, Zeus, para honrar a su hijo, hizo que lloviera sangre sobre el campo de batalla y participando en la contienda.

En la “Ilíada”, Tánatos es representado como un joven alado, oscuro y sombrío, que lleva consigo una antorcha apagada o un látigo hecho de serpientes.

Otro mito relacionado con Tánatos es el de Alcestis, esposa del rey Admeto. Sobre este mito escribió Frinico, en una de sus tragedias perdidas, y Euripides en sendas obras llamadas, como no, “Alcestis”.

 Cuando Admeto estaba a punto de morir, su amigo Apolo persuadió a las Moiras (destinos) para que prolongaran su vida, siempre y cuando alguien más estuviera dispuesto a morir en su lugar. Alcestis, por amor a su esposo, ofreció su propia vida y fue llevada al Inframundo por Tánatos. Sin embargo, Hércules intervino y logró rescatarla, devolviéndola a la vida.

Tánatos reclamó entonces el debido respeto, pues no quería que los dioses intervinieran en sus funciones. Se cobró la deuda cuando Heracles murió, ya que no dudó en arrebatarla la vida antes de de su divinización. Esta fue la única derrota que sufrió Tánatos.

Otro de los mitos donde se menciona a Tánatos es el de Sísifo. Sísifo fue el primer rey de Éfira (también conocido como Corinto), que promovió la navegación y el comercio pero también era deshonesto. Lo peor de todo fue que Sísifo mató a sus invitados, una violación de la xenia, el concepto griego de la hospitalidad, que estaba directamente bajo el dominio de Zeus y naturalmente lo enfureció.

Zeus envío a Tánatos a tocar a Sísifo y encadenarlo en el Tártaro como castigo por la ofensa. El taimado Sísifo le preguntó a Tánatos cómo funcionaban las cadenas, y Tánatos se lo explicó. Sin embargo, Sísifo aprovechó la oportunidad para atrapar a Tánatos con las cadenas.

Como Tánatos estaba atrapado, nadie podía morir en la tierra. Esto enfureció especialmente a Ares, el dios de la guerra, porque, como nadie podía morir, sus batallas ya no tenían gracia. Así que decidió intervenir. Ares liberó a Tánatos y después le entregó a Sísifo que esta vez si descendió al Inframundo.

No obstante, el rey llevo a cabo su segunda estratagema, había pedido a su esposa Merope que no celebrara ningún rito fúnebre en su honor, de manera que se quejó ante Hades y Persefone de la impiedad de su esposa y les pidió poder volver para recordarles sus deberes. Los reyes infernales accedieron y Sísifo regresó a Corinto, pero jamás regresó al Inframundo.

Como Sísifo no regresaba al Inframundo, Hermes lo llevó de vuelta a rastras. Zeus, el rey de los dioses olímpicos, decidió castigarlo haciendo que Sísifo se pasara la eternidad empujando una enorme roca cuesta arriba.

Finalmente, Tánatos aparece en la historia de Ninfea, una de las ninfas de los bosques que pertenecía al séquito de Artemisa, por lo que había hecho un voto de castidad de por vida, Pero Eros, que se había enamorado de Artemisa, lanzó a esta una de sus flechas doradas para que se enamorara de él, la diosa esquivó la saeta, que alcanzó el pecho de Ninfea, quien comenzó a sentir un deseo que la consumía y que no podía colmar debido a su promesa. 

Ninfea, desesperada, se suicidó arrojándose a un río. Eros, arrepentido, trató de rescatarla, pero tuvo que enfrentarse a Tánatos que le impidió socorrerla con su fuerza imparable. La muerte se abría paso así en el desafortunado cuerpo de la ninfa. Artemisa también acudió a su auxilio pero solo llegó a tiempo para ver como moría ahogada. 

La diosa, orgullosa porque Ninfea hubiese conservado su pureza, aún cuando su cuerpo le ordenaba lo contrario, no permitió que su cuerpo se sumergiera sino que la convirtió en la planta del nenúfar de color blanco, como símbolo de su virginidad. 

Freud se sirvió de este mito para explicar cómo cada individuo debe lidiar con sus propias pulsiones de vida, que nos lleva a enamorarnos, satisfacer nuestros deseos y reproducirnos, simbolizadas por Eros, y con las pulsiones de muerte vinculadas a la destrucción y a la muerte, y representadas por Tánatos. Cada ser humano vive en el interior de su mente la lucha entre sus pulsiones y debe aprender a equilibrarlas.

Tánatos no tenía un culto establecido en su honor, pero tenía un templo en Esparta, junto con otros templos dedicados a Gelos (la Risa), y Fobos (el Miedo), una práctica que el escritor griego Plutarco (en torno a 45-50 a.C. y en torno a 120-125 a.C.) pensó que era extraña, tal y como menciona en su obra Vida de Cleomenes.

Pesé a no tener apenas templos o santuarios, sí aparecía en esculturas, pinturas y escudos de soldados y se le ofrecían algunos sacrificios y tenía dedicado un Himno Órfico.

El nombre de Tánatos sigue vivo hoy en día de otras maneras en diversos campos, sobre todo en el campo de la medicina. Tánatos le presta su nombre a la tanatología (el estudio de la muerte) y a la tanatofobia (un miedo exagerado de la muerte) en la medicina. Otra palabra común que deriva de Tánatos es tanatorio, que es donde se depositan los cadáveres antes de su cremación o enterramiento.

Espero que os haya gustado.

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