Trasmoz, el único pueblo excomulgado y maldito de España

Trasmoz, es un pueblo muy pequeñito de Zaragoza, de apenas 88 habitantes, situado a los pies del Moncayo Se debe llegar por carreteras secundarias y se encuentra coronado por las ruinas de un impresionante castillo, situado en su cúspide. Trasmoz es uno de los pueblos más singulares y misteriosos de España. Su historia está marcada por las leyendas sobre brujas y hechicería, que le han valido el título de ser el único pueblo oficialmente maldito y excomulgado por la Iglesia Católica, cuya excomunión no ha sido levantada hasta el día de hoy. Este dudoso “honor” lo ha convertido en el centro de numerosas leyendas de carácter místico y religioso sobre aquelarres, nigromancias y demás ritos satánicos. Lógicamente, nunca han sido demostrados, pero han perdurado en el imaginario popular hasta nuestros días.


La historia de Trasmoz

Trasmoz se fundó en el siglo XII, cuando el rey Alfonso I de Aragón concedió el señorío de Trasmoz a Pedro de Atarés, un noble aragonés que construyó el castillo de Trasmoz sobre una colina que domina el valle del río Queiles. El castillo fue el centro de la vida política y social del pueblo, y también el escenario de numerosos conflictos y disputas entre los señores de Trasmoz y los vecinos de Tarazona, que acusaban a los trasmoceños de contrabando, falsificación de moneda y robo de ganado.

Durante el siglo XIII, en el castillo falsificaban monedas. Para evitar que la población local investigara el raspado y martilleo de tales quehaceres, los falsificadores difundieron el rumor de que brujas y hechiceros hacían sonar cadenas y forjaban calderos para hervir pociones mágicas por la noche. Trasmoz era una comunidad próspera y un poderoso feudo, lleno de minas de hierro y plata y vastas reservas de madera y agua. También era territorio laico, lo que significaba que no pertenecía al dominio circundante de la Iglesia, y por real decreto no tenía que pagar cuotas o impuestos al cercano monasterio de Veruela, hecho que enfurecía a la Iglesia. 

La enemistad entre Trasmoz y Tarazona llegó a su punto álgido en el siglo XVI, cuando los rumores de Trasmoz como refugio de brujería comenzaron a extenderse más allá de los límites del pueblo, el abad de Veruela aprovechó su oportunidad para castigar a la población, solicitando que el arzobispo de Tarazona, Fadrique de Portugal, excomulgara a todo el pueblo por considerarlo hereje y rebelde. Esto significaba que no se les permitía confesarse ni tomar los santos sacramentos en la iglesia católica.

La rica comunidad de Trasmoz, una mezcla de judíos, cristianos y árabes, no se arrepintió de su supuesta herejía, lo que habría sido la única forma de eliminar la excomunión. 

En 1511, con el permiso explícito del papa Julio II, la Iglesia lanzó una maldición sobre la aldea. Se entonó el Salmo 108, la herramienta más poderosa que posee la Iglesia para pronunciar una maldición. Alegaron que Pedro Manuel Ximénez de Urrea, Señor de Trasmoz, y la gente de Trasmoz habían sido cegados por la brujería, y como la maldición fue sancionada por el Papa, solo un Papa tiene el poder de levantarla. Ninguno lo ha hecho hasta el día de hoy.

La excomunión de Trasmoz se basó en el derecho canónico, que establecía que los que se oponían a la autoridad eclesiástica podían ser castigados con la separación de la comunidad cristiana. Sin embargo, esta medida no tuvo el efecto deseado por el obispo, ya que los trasmoceños siguieron practicando su fe y celebrando sus ritos religiosos, aunque sin la presencia de ningún sacerdote. Además, los trasmoceños se consideraban inocentes de las acusaciones que se les imputaban, y reclamaban su derecho a defender sus intereses frente a los abusos del monasterio de Veruela, que pretendía apropiarse de sus tierras y recursos.

La excomunión de Trasmoz nunca fue revocada por ningún papa, ni siquiera por el Concilio Vaticano II, que en 1965 declaró que la excomunión era una pena medicinal y no una condena eterna. Los trasmoceños han solicitado en varias ocasiones que se les restituya su condición de católicos, pero hasta ahora no han obtenido respuesta. Algunos piensan que la excomunión se ha convertido en un atractivo turístico y cultural para el pueblo, y que levantarla supondría perder parte de su identidad y su encanto.

Los años que siguieron fueron de declive para Trasmoz. El castillo se quemó hasta los cimientos en 1520, supuestamente por un rayo fruto de la maldición vertida sobre Trasmoz, y permaneció en ruinas durante siglos. Sobre la década de 1530, el Castillo de Trasmoz quedó abandonado tras un incendio en la torre del homenaje, y la reutilización de materiales de construcción que había en el castillo, por parte de los lugareños para construir y mantener sus propias casas, hizo que a día de hoy solo estén presentes los muros y la torre.

En el siglo XVIII, el castillo de Trasmoz fue ocupado por el ejército francés durante la Guerra de la Independencia, y posteriormente por las tropas carlistas durante las guerras civiles del siglo XIX. En el siglo XX, el castillo fue declarado Bien de Interés Cultural, y se iniciaron algunas obras de restauración y consolidación, que continúan en la actualidad. El castillo alberga un museo dedicado a la brujería y la superstición, que recoge objetos y testimonios relacionados con las leyendas del pueblo.

Las leyendas de Tramoz

Trasmoz es un pueblo rico en leyendas y mitos, que se han transmitido de generación en generación y que forman parte de su identidad cultural. Muchas de estas leyendas tienen como protagonistas a las brujas de Trasmoz, unas mujeres sabias y poderosas que practicaban la magia blanca y negra, y que se reunían en el castillo o en la cueva de la mora, una gruta natural situada en las faldas del Moncayo. Según las historias, las brujas de Trasmoz podían volar, curar enfermedades, provocar tormentas, maldecir a sus enemigos, predecir el futuro y comunicarse con los espíritus.

Fachada del Museo de Las Brujas en Trasmoz.

Algunas de las leyendas más famosas de Trasmoz son las siguientes:

La leyenda del sapo de oro: cuenta que las brujas de Trasmoz tenían un tesoro escondido en el castillo, que consistía en un sapo de oro que les proporcionaba riqueza y poder. Para proteger el tesoro, las brujas lo custodiaban con un hechizo que hacía que el sapo se convirtiera en una piedra cuando alguien se acercaba. Solo las brujas podían reconocer el sapo y deshacer el hechizo. Según se dice, el sapo de oro sigue oculto en algún lugar del castillo, esperando a que alguien lo encuentre.

La leyenda de la campana de Trasmoz: narra que los habitantes de Tarazona robaron la campana de la iglesia de Trasmoz, y que las brujas de Trasmoz la recuperaron con su magia. Para ello, las brujas se montaron en sus escobas y volaron hasta Tarazona, donde lanzaron un conjuro que hizo que la campana saliera volando de la torre y regresara a Trasmoz. Desde entonces, la campana de Trasmoz suena con un sonido especial que solo los trasmoceños pueden apreciar. La campana original se conserva en el museo del castillo, y se dice que tiene poderes curativos y protectores.

La leyenda de la bruja enamorada: relata que una de las brujas de Trasmoz se enamoró de un joven pastor de Tarazona, y que cada noche lo visitaba en su cabaña. El pastor, que ignoraba que su amada era una bruja, le regaló un anillo de compromiso. Sin embargo, el anillo era de plata, un metal que anula los poderes de las brujas. Al ponerse el anillo, la bruja perdió su capacidad de volar y quedó atrapada en la cabaña. El pastor, al descubrir su secreto, la abandonó y la denunció a la Inquisición, que la condenó a la hoguera. Se dice que el espíritu de la bruja aún vaga por el pueblo, buscando a su amado.

Trasmoz y los hermanos Bécquer

En 1863, los hermanos Bécquer se alojaron en el Monasterio de Veruela para recuperarse de la tuberculosis y de su afición a la absenta. En sus célebres "Cartas desde su celda", en la sexta, séptima y octava, en concreto, Bécquer dio cuenta de algunas leyendas, como la de la fabulosa construcción del castillo de Trasmoz en una sola noche, que por aquel entonces, y según la febril pluma del poeta, se veía como una colosal ruina, “cuyas torres oscuras y dentelladas, patios sombríos y profundos fosos” le parecieron el espacio ideal para aquelarres y demás asuntos diabólicos. Hoy el interior del castillo alberga el Museo de la Torre, el Caballero y la Brujería, dedicado a recoger diversos objetos de excavaciones recientes.

Trasmoz tiene una estrecha relación con el escritor romántico Gustavo Adolfo Bécquer, que visitó el pueblo en varias ocasiones y se inspiró en sus leyendas y su ambiente para escribir algunas de sus obras más conocidas. Bécquer se alojó en la casa de su amigo el pintor Jenaro Pérez Villaamil, que tenía una residencia en Trasmoz, y desde allí pudo contemplar el castillo, el Moncayo y el paisaje que rodea al pueblo.

Bécquer quedó fascinado por las historias que le contaban los lugareños sobre las brujas de Trasmoz, y las plasmó en dos de sus leyendas: “El monte de las ánimas” y “La ajorca de oro”. En la primera, Bécquer narra la historia de Alonso y Beatriz, dos primos que se aventuran en el monte de las ánimas, un lugar maldito donde se dice que se aparecen los fantasmas de los templarios y las brujas. En la segunda, Bécquer cuenta la historia de Pedro, un joven que roba una ajorca de oro de la tumba de una bruja para regalársela a su amada, y que sufre las terribles consecuencias de su osadía.

Bécquer también dedicó un poema a Trasmoz, titulado “A un castillo en ruinas”, en el que expresa su admiración por el pueblo y su castillo, y su simpatía por sus habitantes. El poema dice así:

¡Castillo de Trasmoz, alto y sombrío,
que al pie del Moncayo te alzas airado,
y guardas entre tus muros, asolado,
el eco de las voces del vacío!

¡Castillo de Trasmoz, yo te bendigo,
porque en tu piedra, el tiempo, detenido,
ha conservado el recuerdo sagrado
de un pueblo que, maldito y excomulgado,
vive sin ley, sin rey y sin amigo!

¡Castillo de Trasmoz, yo te saludo,
porque en tu torreón, que el rayo agrieta,
hay un alma de fuego que, inquieta,
sueña con un ideal puro y desnudo!

¡Castillo de Trasmoz, yo te amo, y quiero
que tu nombre, en mi lira, al son vibrante,
resuene, y llegue hasta el oído errante
de ese mundo que pasa y que no espero!

Además de su relación con Bécquer, Trasmoz ha sido fuente de inspiración de muchos autores, de los que destaco los siguientes:

- José Luis Corral, cuya novela histórica llamada "El códice del peregrino", está ambientada en el castillo de Trasmoz y sus alrededores.

- Luis Zueco, que en su libro "Castillos de Aragón", dedica un capítulo entero al castillo de Trasmoz y sus rutas.

- Miguel Mena, que en su libro "Bendita calamidad", dedica un poema a Trasmoz.

- Ángel Guinda, que, en su poema "El Moncayo arde", incluyó una referencia a Trasmoz.

-  Trinidad Ruiz Marcellán, que publicó un libro de relatos sobre las brujas de Trasmoz llamado "La Galga".

Estos son solo algunos ejemplos, pero hay muchos más escritores que han sentido la atracción de Trasmoz y sus leyendas. Trasmoz es un pueblo que invita a la imaginación y a la creación literaria.

Trasmoz es un pueblo único y singular, que conserva su historia, sus leyendas y su identidad a pesar de las adversidades y los prejuicios que han sufrido a lo largo de los siglos. Es un pueblo que desafía al tiempo, a la Iglesia y al mundo, y que mantiene vivo el espíritu de la magia y la rebeldía con su mera existencia. Trasmoz es un pueblo que merece ser conocido y respetado, y que nos invita a descubrir sus secretos y sus encantos.

Espero que os guste.

Comentarios

Némesis ha dicho que…
Muy interesante, como siempre. Muchas gracias por tus relatos

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