Medusa, el símbolo detrás del monstruo


La figura de Medusa, la famosa criatura de la mitología griega, ha cautivado la imaginación de las personas a lo largo de los siglos, debido a su fascinante y enigmática naturaleza. Con su cabello compuesto por serpientes y su poderosa mirada capaz de convertir a los hombres en piedra, el mito de Medusa ha sido objeto de numerosas interpretaciones a lo largo de la historia, y, aún hoy en día, su historia resuena con fuerza y se ha convertido en un símbolo de empoderamiento y resistencia feminista.

La historia que os voy a contar es la versión que  el poeta Ovidio recogió del mito en su obra “Las Metamorfosis”, allí cuenta esta historia trágica de Medusa, que es la que ha adquirido mayor fuerza y la que goza de mayor aceptación.

Medusa era la tercera hija del dios primordial marino Fortis y de Ceto. Era la menor de tres hermanas y juntas eran conocidas por las Gorgonas: Esteno, Euríale y Medusa, ya que las tres poseían ese aspecto terrible.

El nombre de Medusa significa “guardiana” o “protectora” en el griego antiguio.

Aunque Medusa no siempre fue una Gorgona. Medusa era una mujer de extremada belleza y era la única mortal de las hermanas. Su belleza resaltaba aún más al lado de sus hermanas ya que ellas poseían esa apariencia terrible.

De pequeña, la joven ya soñaba con entrar como sacerdotisa en el templo de Atenea y se convirtió en una devota fiel de la diosa.En sus juegos, ella siempre representaba el papel de Atenea que tenía que intervenir para imponerles un castigo de sus supuestas infracciones a sus hermanas y al joven Ificles, el mejor amigo de Medusa. Medusa admiraba tanto a la diosa Atenea que deseaba parecerse a ella.

A medida que Medusa crecía, su belleza crecía con ella. Y la devoción por Atenea también creció, a tal punto, que el mayor deseo de Medusa era poder servir a la diosa convirtiéndose en una de sus sacerdotisas, aún sabiendo que para ello tenía que dejar todo lo demás.

Ificles, por su parte, como su mejor amigo, pasaba todos los días con la hermosa mujer y, inevitablemente, se enamoró profundamente de ella. Ificles había ocultado sus sentimientos durante años esperando a un momento propicio o a que la joven abandonara su sueño.

Un día, Ificles, en uno de los largos paseos que compartía con Medusa,se armó de valor y le confesó su amor por ella y que su mayor deseo era poder pasar su vida a su lado. Medusa, emocionada, le confesó que también le amaba, y ambos jóvenes se besaron dulcemente. Pero, al acabar el beso, Medusa le confesó que a pesar de amarlo, su amor por la diosa era más profundo y, por tanto, convertirse en sacerdotisa y servirla era lo más importante para ella, por lo que nunca podrían estar juntos.

Ificles amaba tanto a Medusa que, para él, su felicidad era lo más importante, por lo que, a pesar de sus sentimientos, la apoyó y le dijo que siempre estaría cerca por si le necesitaba.

Cuando Medusa alcanzó la edad requerida para poder entrar en el templo e iniciar su preparación como sacerdotisa, acudió al templo para poder servir a la diosa.

Pronto empezaron las duras enseñanzas en el templo, la exigencia a las nuevas sacerdotisas era muy grande ya que Atenea se veía reflejada en ellas y, por tanto, cualquier falta era un duro golpe en la reputación de la diosa.

Para servir a la diosa, las jóvenes debían tener una pureza absoluta ya que Atenea era pura. La preparación para pertenecer al templo era muy exigente, las aprendices debían pasar por duras pruebas en las que debían demostrar su disciplina, sabiduría, su conducta ejemplar y su pureza.


Medusa logró su anhelado sueño y se convirtió en una respetada sacerdotisa, la hermosa joven estaba tan comprometida con su oficio que decían de ella que era una sacerdotisa perfecta pues su conducta era ejemplar y su disciplina impresionante. 

Pronto, la hermosa Medusa empezó a ganar fama entre los devotos que asistían al templo. La impresionante belleza de la joven sacerdotisa atraía a todos los hombres que la observaban mientras realizaba los sagrados rituales en el templo. Su hermoso rostro, su esbelta figura y su hermoso cabello extremadamente brillante y preciso, hacía que los hombres cayeran rendidos a sus encantos, aunque sabían que ella no les correspondería, por lo que la admiraban de lejos.

Pronto la noticia de la belleza de la joven se extendió, provocando que cada vez más personas asistieran al templo solo para poder verla. Era tal la belleza de la jovén y su perfecta ejecución de los ritos, que los asistentes no paraban de alabar las cualidades de la joven.

En el Olimpo, Atenea, que solía vigilar con celo sus templos, estaba pendiente de todo lo que sucedía con Medusa. Un día. Mientras Medusa hacia los rituales cotidianos en el templo, llegaron miles de devotos. Atenea estaba muy satisfecha por la atención que estaba recibiendo su templo y se paró a mirar como era glorificada por tanta gente.

Pero lo que vio no le gusto nada.

En el templo, de entre la multitud, un hombre gritó: ”Medusa, eres mucho más bella que Atenea, y tu cabello es mucho más hermoso”. Furiosa, Atenea se dio cuenta toda esa gente no estaba en su templo para venerarla, sino que habían ido únicamente para ver a su fiel sacerdotisa.

En ese momento, Atenea no hizo nada en contra de sus falsos fieles, ni tampoco en contra de Medusa, ella no tenía la culpa de ser tan bella. Por lo que se dedicó a observar con amargura lo que estaba sucediendo.

Pronto los demás dioses se dieron cuenta de lo que ocurría y, curiosos, pusieron su mirada en Medusa. Poseidón, observando el disgusto de Atenea, creyó que era el momento adecuado para ejecutar su venganza contra la diosa. En el pasado, ambos dioses se disputaron durante mucho tiempo la soberanía de Secropia, finalmente ganó Atenea y la ciudad pasó a llamarse Atenas en su honor. El dios nunca se lo perdonó y, desde entonces, buscaba el momento adecuado para cobrarse su venganza.

Poseidón ideó un plan para atacar a Atenea a través de su fiel sacerdotisa Medusa. Era bien sabido lo exigente que era Atenea con sus sacerdotisas, porque, para Atenea, la conducta y comportamiento de sus sacerdotisas influenciaba fuertemente la reputación de la diosa.

Mientras Poseidón ideaba su plan, observaba a la bella Medusa de tal forma que incluso el dios llegó a caer en el hechizo de la joven. Aún así, estaba decidido a destruir la reputación de Medusa para destruir la reputación de Atenea a través de ella.


Un día, Medusa, como era su costumbre, salió a pasear por la playa cuando, de repente, vio como emergió de las aguas un ser imponente, era el dios Poseidón quien apareció ante ella mostrando todo su esplendor. Poseidón intentó seducir a la joven con toda clase de halagos y engaños, pero Medusa, fiel a sus votos, no accedió a los deseos del dios. 

Furioso, Poseidón intentó tomar por la fuerza a la bella joven y, dándole un fuerte manotazo, logró escapar y huyó en dirección al templo, el único lugar donde se encontraba segura, mientras gritaba pidiendo ayuda.

Ificles, al ver lo que pasaba, intentó detener a Poseidón pero no era rival para el dios, que, de un fuerte golpe, dejo inconsciente al joven. 

Con lágrimas en los ojos, Medusa imploraba la protección de la diosa arrodillada a los pies de la estatua de Atenea. Suplicaba la ayuda de la diosa mientras oía, horrorizada, como se acercaba Poseidón.

Finalmente, Poseidón vio a la joven y, cegado por la sed de venganza y la lujuria, cogió a la joven y allí mismo, en el altar de Atenea, ultrajó a Medusa, la más fiel y hermosa de las sacerdotisas de su rival, quien no paraba de suplicar y llorar.

Cuando hubo terminado, Poseidón contempló satisfecho como había logrado mancillar el altar de su rival, y se alejó habiendo cumplido su venganza. Poseidón sabía que Atenea se enorgullecía de la pureza de sus templos y esto la enfurecería.

Dejó a Medusa mancillada y rota de dolor en el suelo junto al altar.

Atenea, cuando vio lo sucedido en su templo, acudió furiosa y culpó a Medusa por la profanación de su inmaculado templo. También la hizo responsable de su ataque, por su belleza y perfección. Medusa, dolida y avergonzada, no fue capaz de reclamar a la diosa su falta de protección en el momento que más la necesitaba, sino que suplicó el perdón de la diosa.

Atenea, que no pudo controlar su furia, decidió castigar cruelmente a Medusa, convirtiéndola para siempre en un ser horripilante y monstruoso igual que sus hermanas. De esta forma, convirtió su hermosa cabellera en serpientes venenosas. Después de esto, la diosa se fue, dejando sola a la inconsolable y asustada Medusa.


La desdichada Medusa se quedó en el suelo, llorando desconsoladamente en el suelo del templo. No sabía que hacer, pues ya no era pura y no podía quedarse, y donde iría pues su nuevo aspecto era realmente aterrador.

Ificles, ya de noche, cuando se recuperó del golpe del dios, corrió preocupado a buscar a Medusa. La encontró escondida en la oscuridad, detrás del altar de Atenea, llorando desconsoladamente. Ificles empezó a acercarse lentamente, mientras intentaba tranquilizarla con palabras de cariño. Medusa le rogaba que no se acercara, que su aspecto era horrible. Pero Ificles, deseoso de consolar a la joven, no la hizo caso y puso su mano en su hombro.

Una de las serpientes mordió la mano de Ificles, que, sorprendido, soltó un quejido. Esto hizo que Medusa, preocupada por su amigo se volviera y ambos jóvenes quedaron frente a frente mirándose a los ojos. Al instante Ificles se convirtió en una estatua de piedra.

Medusa, horrorizada y con el corazón roto, decidió huir de la ciudad para no dañar a nadie más. Mientras huía, la gente al verla gritaba aterrada o la insultaba y maldecía. De forma instintiva, Medusa miraba hacia quien la gritaba que, al momento, se convertía en piedra.

A las afueras de la ciudad había un gran bosque, Medusa decidió refugiarse allí mientras decidía que hacer. Pero el rumor de lo que había pasado en la ciudad había corrido como la pólvora, por lo que la gente se organizó para salir a cazar y matar a la criatura. Todos los que fueron a cazar a Medusa nunca regresaron y fueron encontrados, tiempo después, convertidos en estatuas de piedra.

Tras esto, Medusa huyó a una ciudad lejana, en el extremo occidental, donde nadie vivía desde hacía muchos años. Fue a Gorgonea y se reunió con sus hermanas. Allí se refugió en las ruinas de un templo de Atenea, donde vivió, durante mucho tiempo, llena de tristeza y dolor. Poco a poco, Medusa vio como su delicada humanidad se fue desvaneciendo al mismo tiempo que una fuerte hostilidad y rencor crecía dentro de ella.

Medusa fue recuperando las rutinas y los rituales que hacia en el templo, y la devoción a la diosa la ayudaba a sentir que estaba en casa. Era una forma de mantener su antiguo ser, aunque la Medusa cruel y combativa que era ahora ganaba terreno en su vida.

Una vez más tranquila, y viendo la devoción que aún la procesaba, Atenea se dio cuenta del error cometido con Medusa, sabiendo que el castigo era desproporcionado e injusto, pero la maldición que había vertido sobre ella no podía deshacerse 

Muchos guerreros y héroes iban en busca del temible monstruo, pero nadie regresaba.


Según está versión del mito, Medusa se había quedado embarazada después del ataque de Poseidón, Cuando Atenea se enteró de esto, enfureció.

Atenea buscó al héroe Perseo para acabar con Medusa. Para asegurarse de que Perseo tenía éxito en su campaña, Atenea lo equipó con varios objetos divinos como las sandalias aladas de Hermes, el casco de invisibilidad de Hades o el propio escudo de la diosa.

Perseo se dirigió a las ignotas tierras hiperbóreas, que era donde vivía Medusa. Cuando estuvo allí, Perseo estuvo espiando con sigilo a Medusa para averiguar sus puntos débiles y cual era el momento más propicio para atacarla. Tras observarla, decidió esperar a que la criatura estuviera dormida para tener alguna posibilidad de matarla al poder evitar el poder de su mirada.

Cuando llegó la noche y Perseo se aseguró que Medusa estaba profundamente dormida, se acercó sigilosamente usando el pulido escudo como espejo y, con su afilada espada, la decapitó de un solo golpe. 

Perseo tomó con cuidado la cabeza de Medusa, de la cual no paraba de manar sangre, y la guardó en una bolsa mágica que le habían proporcionado los dioses. De su sangre derramada nacieron sus dos hijos engendrados de la semilla de Poseidón: Pegaso, la más pura de todas las criaturas que encarnaba la pureza que le habían arrebatado a su madre, y el gigante Crisaor, el guerrero de la espada dorada.

Perseo también recogió la sangre de Medusa. Cuando Perseo navegaba en el Mar Rojo con la cabeza de Medusa, una gota de su sangre cayó sobre los corales blancos tiñéndolos con el poder de su sangre. Así nacieron los corales como un tributo a la belleza que una vez fue Medusa. Tiempo más tarde, cuando viajaba por el desierto del Sahara, otra gota de sangre cayó sobre las arenas ardientes dando origen a las víboras venenosas.

Huyó de allí lo antes posible, ya que las dos hermanas fe Medusa se habían despertado y lo andaban buscando.

Perseo regresó victorioso hasta donde estaba la diosa Atenea. Devolvió los objetos divinos que le habían prestado para su aventura y, como muestra de su astucia y valentía, le entregó la cabeza de Medusa como prueba de su éxito. 

Atenea puso la cabeza en el centro de su escudo, lo que hacía de este escudo un arma fabulosa, ya que la cabeza, aún después de muerta, seguía teniendo el poder de petrificar a sus enemigos. Y de esta forma, la figura de Atenea y Medusa quedó entrelazada para la eternidad.

Perseo también le entregó la sangre recogida de la cabeza, por ser muy poderosa. La sangre que salía de su vena izquierda era un potentísimo veneno, y la sangre de su vena derecha tenía poderes sanadores e incluso podía resucitar a las personas. Esta sangre se convirtió en un secreto divino, destinado a ser utilizado solamente por los dioses y que era custodiado por Asclepio.

A lo largo de los siglos, la imagen de Medusa ha perdurado en nuestra cultura. Artistas y escritores han reinterpretado su historia en pinturas, esculturas y obras literarias. Artistas como Caravaggio, Bernini, Rubens y Salvador Dalí crearon obras literarias inspiradas en ella. Incluso la famosa casa Versace escogió la cabeza de Medusa como el símbolo de la marca por considerar que representa el poder femenino.

La figura de Medusa se convirtió en un símbolo, no solo de la tragedia de una mujer castigada injustamente, sino también de la lucha por la redención y el impacto de las decisiones divinas.

Medusa es uno de los personajes más incomprendidos, muchos piensan que era un monstruo despiadado, sin embargo, fue Atenea quien le falló castigándola por acciones de las cuales, no solo no era culpable, sino que era víctima.

A través de los ojos de los griegos antiguos, Medusa encarnó la dualidad del poder y la fragilidad, y de la belleza y la monstruosidad. El mito de Medusa es un recordatorio de que la belleza, por sublime que sea, no está exenta de consecuencias y que el abuso de poder, como el mostrado por Atenea, puede desencadenar terribles transformaciones con consecuencias indeseadas e imprevisibles.

Espero que os guste.

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Muy buen artículo, muy instructivo y también una historia muy triste.

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