24 marzo, 2024

Erik Hanussen, el vidente judío de Hitler

 Hanussen en una de sus demostraciones.

Tal día como hoy, 24 de marzo, sería el supuesto 91 aniversario de su muerte. Por lo que me pareció un buen momento para contar su historia.

Erik Jan Hanussen, cuyo verdadero nombre era Herschel Chaim Steinshneider, ha sido uno de los mayores videntes de todos los tiempos. La estable y altísima calidad de sus supuestas habilidades, de las que podía disponer a voluntad en cualquier momento, no ha sido igualada hasta el momento. Hanussen, que nació 2 de junio de 1889, murió entre el 24 de marzo de 1933: dicen que por orden de Adolf Hitler, que le tenía miedo. Contaba entonces con 44 años y estaba en el mejor momento de su capacidad y de su éxito.

Para los seguidores de la Parapsicología (especialmente para los de lengua alemana) Hanussen es una figura casi mítica: vienés de nacimiento, fue durante 20 años el vidente más famoso de Europa, recibido y consultado por soberanos, políticos, banqueros y actores. Poseía dotes extraordinarios de videncia y precognición, realizaba curaciones que tenían algo de milagroso, tenía naturales dotes hipnóticas con las cuales encantaba a las muchedumbres que abarrotaban los teatros donde se exhibía. Llegó a ser consultado varias veces por la policía y la mayor parte de las veces estuvo en condiciones de resolver casos que traían de cabeza a todos. Su muerte prematura se debió posiblemente a su visión demasiado aguda, a sus dotes extraordinarios de precognición, que alarmaron al Führer.

Erik Hanussen fue vidente contra su voluntad. Hanussen, al contrario, fue un firme adversario durante años de la parapsicología y del ocultismo. Su ambición había sido ser un artista, no un vidente. Sin embargo, en un determinado momento, sus “cualidades paranormales” se presentaron con tanta fuerza que no le fue posible ignorarlas, o, simplemente, lo vio como un modo de conseguir la fama y admiración del publico.

Erick Hanussen, el vidente judío de Hitler.

Erik Jan Hanussen nació con el nombre de Herschel Chaim Steinschneider el 2 de junio de 1889 en Viena, por aquel entonces parte de Austria-Hungría. Su padre, Siegfried Steinschneider, era intérprete y conserje de una sinagoga. El joven Herschel, durante su niñez, viajó por Austria e Italia con su familia hasta que su madre, la cantante austriaca  Julie Kohn, murió cuando él tenía sólo 10 años.

A los 13 años dejó la escuela, se escapó de casa y se buscó la vida en el mundo del circo y de los espectáculos de variedades, tratando cada vez más el tema de la magia,  la hipnosis, la telepatía y el ocultismo.

La Primera Guerra Mundial  comenzó el 28 de julio de 1914. Herschel se alistó en el ejército y durante ese tiempo utilizó el mentalismo para entretener a sus compañeros. En 1917, adoptó la identidad de un aristocrático vidente escandinavo llamado Erik Jan Hannusen,

El primer episodio clamoroso sucedió cuando Hanussen era soldado del emperador Francisco José y salvó la vida a un escuadrón de militares que debía partir en tren: tirándose sobre las vías, Hanussen impidió que partieran y, enseguida, el puente sobre el que el tren debería haber pasado saltó por los aires. El hecho suscitó un gran revuelo y Hanussen obtuvo un permiso como premio para ir a Viena, permiso durante el que fue invitado a que se exhibiera en el Konzerthaus.

En aquella velada, que habría de señalar el destino del vidente, estuvo presente toda la familia imperial, la nobleza y otras autoridades vienesas. Hanussen ejecutó un número que llegaría a ser más tarde una de sus “especialidades”, el llamado correo telepático. Consistía en lo siguiente: se le entregaba un sobre sin nombre ni dirección, conteniendo una carta dirigida a alguien. Hanussen, entonces, cogiendo por la mano a quien la había escrito, debía de adivinar el nombre de la persona a la que estaba dirigida.

Aquella tarde se presentó un sirviente que venía del palco real y dijo al vidente: “Por deseo especial de Su Alteza Imperial, entregue por telepatía esta carta a la persona cuyo nombre está indicado en el interior”. Y le dio un sobre en blanco cerrado. Ciertamente Hanussen no podía coger de la mano a Su Alteza y hacerle levantarse en el palco para llevar a cabo el experimento de telepatía. Pero no se amedrantó: sin reflexionar demasiado, anduvo entre el público, se concentró e instintivamente entregó la carta a un señor de barba blanca que estaba sentado en el centro de la sala. En el absoluto silencio resonó de inmediato un único aplauso y un “¡Bravo!” entusiasta, que provenían del palco imperial, y más exactamente de la archiduquesa Inmaculada, que había dirigido la carta al médico personal del emperador, el profesor Kerzl.

Aquella demostración marcó la carrera de Hanussen. Al final de la velada fue invitado al palco real, donde estuvo horas mostrando sus poderes junto a la familia imperial. El teatro lo contrató para otras sesiones y el vidente se convirtió en una estrella de primera fila. Desde ese momento, Hanussen se dedicó exclusivamente al estudio y a la exhibición de sus extraordinarios poderes paranormales. 

Tras el fin de la Primera Guerra Mundial, Hanussen saltó a la  fama actuando como nigromante por Centroeuropa y América. En 1930 se instaló en Berlín.  Allí, Hanussen realizaba un número de lectura de mentes e hipnosis en el teatro La Scala. Este espectáculo le catapultó al estrellato.

Posteriormente continuó actuando en numerosos teatros de variedades. Además de ello, creó varias empresas paralelas, como un sanatorio donde se ofrecían curas ocultas o una crema hormonal para aumentar el lívido. Aunque había nacido pobre y, en ocasiones, se encontró sin casa y sin dinero, la fama le dio riqueza.

De este modo, Hanussen se convirtió en un hombre rico con coches de lujo, varios apartamentos e incluso un yate en el que celebraba lujosas fiestas repletas de drogas. En su apogeo, Erik Jan Hanussen ofrecía consultas privadas a cambio de unos honorarios exorbitantes. 

Hanussen en una de sus demostraciones.

Hanussen colaboró también en muchas ocasiones con la policía. Uno de los casos más famosos fue aquel robo en el banco estatal de Austría-Hungría. Hacía tiempo que venían desapareciendo grandes sumas de billetes de 1.000 coronas y el ladrón, muy hábil, descansaba tranquilo con total impunidad. La policía, después de haber comprobado la inutilidad de cualquier búsqueda, decidió recurrir a Hanussen, quien estuvo paseándose por las oficinas durante dos horas, estudiando de cerca al centenar de personas que trabajaban allí. Hanussen estaba en semitrance, caminaba veloz con los ojos casi cerrados acompañado por los directores. De repente se paró ante un joven, lo cogió por la corbata y dijo con absoluta seguridad: “¡Él, él! Inspecciónenlo, tiene en el bolsillo las pruebas”.

Efectivamente, en el bolsillo le fueron encontrados los bordes cortados de las hojas sobre las que siempre venían juntos cuatro billetes de 1.000 coronas impresos. Hanussen indicó además el lugar donde tenía escondido el dinero. El ladrón confesó y el presidente de la banca estatal regaló a Hanussen cuatro billetes de 1.000 coronas que él clavó en la pared de su casa junto a otros títulos honoríficos, entre los cuales se encontraban los botones con el escudo de armas imperial en brillantes y rubíes que le había regalado el Kaiser Karl con ocasión de una audiencia privada.

Hanussen hizo varias de estas demostraciones, y su popularidad y su riqueza crecía como la espuma.

Mientras tanto, Hanussen se había casado con la bella y famosa cantante de opereta Thersea Luksch, vienesa también, y de la cual tuvo una hija llamada Erika. Según las propias palabras de su hija, Hanussen protagonizó la siguiente anécdota:

Una vez, logró hipnotizar a un público de dos mil personas y lo convenció de que estaban en un barco de vapor que se estaba hundiendo. Se formó tal jaleo, con escenas de terror e histerismo, que el empresario tuvo que llamar a la policía para restablecer el orden. De todas formas, generalmente papá solía hacer cosas más pacíficas y divertidas: así, una vez convenció a todos de que en la sala había un gran viento y entonces las señoras se afanaron en sujetarse las faldas y los señores en perseguir sus peluquines”.

Más tarde veremos cómo estas dotes para hipnotizar a las masas, aparte de sus dotes premonitorias, le fueron fatales a Hanussen.

No obstante, pese a los éxitos no le faltaron a Hanussen las dificultades que siempre generan la envidia. En el año 1928 Hanussen sufrió un proceso que suscitó un gran revuelo y que fue conocido popularmente por el proceso invisible. El vidente había sido acusado de charlatanería y, si bien recibieron en su ayuda decenas y decenas de cartas de personas por él mediante sus dotes paranormales, fue juzgado. En éste, que fue llamado el proceso de Leitmeritz, por el nombre de la villa alemana donde se celebró. Hanussen contó mucho de sí mismo.

No sabiendo como resolver el problema, el tribunal solicitó a Hanussen que hiciera algunos experimentos en la misma corte, en medio de severas condiciones de control. Hanussen aceptó y las pruebas fueron éstas:

1) Búsqueda de un objeto escondido por un miembro del Tribunal.

2) Experimentos de grafología en la pizarra. Algunas personas escribieron cualquier cosa y Hanussen describió su carácter y su destino.

3) Respuesta a cinco preguntas escritas en un papel.

4) Videncia acerca de un tema.

Todas las pruebas le salieron bien, por lo que el Tribunal tuvo que absolver a Hanussen con la consiguiente consideración:

La Corte considera que se puede afirmar que el inculpado posee misteriosas capacidades psíquicas cuyos efectos han sido probados por numerosos testimonios

Hanussen en una de sus demostraciones

Hanussen se codeaba con la élite militar y empresarial de Alemania, llegando a intimar con  miembros de la fuerza paramilitar nazi, la SA, también conocida como las Tropas de Asalto o los "Camisas Marrones" por el color de su uniforme.

A pesar de que su ascendencia  judía era un secreto a voces, se afirma que era partidario de los nazis. Gracias a sus contactos y actuaciones, Hanussen entabló amistad con varios oficiales nazis, muchos de los cuales asistieron a fiestas en su yate. 

En particular, se hizo íntimo amigo del funcionario nazi Wolf-Heinrich Graf von Helldorff, a quien Hanussen prestaba dinero constantemente para paliar sus deudas.

También era inseparable de Karl Ernst, en otro tiempo botones de hotel y  portero de un club nocturno gay, y de Friedrich Wilhelm Ohst. Precisamente ellos, más tarde,  colaborarían en la detención de Hanussen.

En 1931, Hanussen compró una imprenta de Breslau y empezó a publicar una revista sobre ocultismo llamada Hanussen Magazin. Hizo lo mismo con  Bunte Wochenschau, un popular tabloide quincenal berlinés que incluía columnas astrológicas. Los espectáculos y sus publicaciones le reportaron beneficios, los cuales invirtió  en comprar una mansión que se conoció como "El Palacio de lo Oculto". Hanussen la reformó y la convirtió en un lujoso teatro interactivo para juegos de adivinación. 

En ella, los invitados se sentaban alrededor de una gran mesa circular. A continuación, debían  colocar las palmas de las manos sobre cristales con símbolos iluminados por debajo. En ese momento, las luces de la sala se bajaban, creando la impresión de una sesión de espiritismo que tan de moda estaba en aquella época. Además, empleaba diversos artilugios que ponían en relieve las dramáticas profecías que hacía a sus invitados. 

Tuvo éxito. En él predijo acontecimientos de la vida de los presentes y siempre estuvo solicitado en diversos locales. Incluso tenía un ayuda de cámara contratado a tiempo completo. Tuvo éxito. En él predijo acontecimientos  de la vida de los presentes y siempre estuvo solicitado en diversos locales.

Tras el primer encuentro de Hanussen  con Hitler en junio o julio de 1932, sus predicciones y horóscopos sobre los oficiales nazis, publicados en su periódico Bunte Wochenschau, se volvieron más positivos. Según la interpretación del vidente, sólo con Hitler Alemania volvería a resurgir, animando, por lo tanto, a la gente a votar al Führer para salvar al país. 

Asimismo, Hanussen enseñó a Hitler sus técnicas de control de multitudes mediante gestos y pausas dramáticas, instruyendo, de este modo, al futuro dictador en la interpretación  y la consecución de efectos dramáticos y efectistas.

Se dice que Hanussen le reveló al futuro Führer todo aquello que le habría de suceder: le predijo la victoria electoral, pero también le dijo que sería la ruina de Alemania y del mundo entero. Pronosticó la guerra y el trágico final de Hitler.


Hitler fue un buen estudiante. Las elecciones de julio de 1932 dieron al partido nazi el 37,3 por cierto del voto popular, convirtiéndolo en la mayor fuerza política de Alemania.

Sin embargo, en las elecciones de noviembre de 1932, los nazis perdieron terreno y obtuvieron el 33,1% de los votos. Los comunistas, por otro lado, ganaron votos, obteniendo el 16,9%. Como resultado, a finales de 1932, el pequeño círculo que rodeaba al presidente Hindenburg llegó a considerar al partido  nazi como la única esperanza de Alemania para evitar un caos político, que desembocara en la toma del poder por parte de los comunistas. Los negociadores y propagandistas nazis hicieron mucho por reforzar esta idea. Finalmente, el 30 de enero de 1933, el presidente Hindenburg nombró a Adolf Hitler canciller de Alemania.

En este momento, la fama de Hanussen no conocía límites: empezaron a consultarlo también los políticos, como Von Ribbentropp, Himmler, Goering,…

No obstante, la predicción más famosa de Hanussen estaba aún por llegar. El 26 de febrero de 1933, durante una sesión de  espiritismo en su Palacio de lo Oculto, Hanussen en trance anunció que el parlamento alemán, el Reichstag, sería pasto de las llamas. La profecía se supo en toda la ciudad y cuando 24 horas más tarde se convirtió en una realidad, todos el mundo hablaba de ello.

Un acontecimiento que resultaría decisivo para Hitler, pues le permitió hacerse con el poder absoluto de Alemania. El incendio y el supuesto plan de los comunistas para tomar el poder fueron las excusas para que, un recién elegido Hitler, pudiera recortar derechos civiles como la libertad de expresión, la libertad de reunión y asociación, restringir las investigaciones policiales y otras protecciones constitucionales. Hitler había conseguido en pocos días concentrar todo el poder de Alemania en él.

Predecir el incendio del Reichstag fue la profecía más famosa e impactante de Hanussen. Muchos creían en sus dotes de adivinación sobre todo en la época, aunque ya entonces, surgió rumores en los que Hanussen tenía un papel importante en el atentado. Existen afirmaciones infundadas de que pudo estar  implicado en el incendio del Reichstag, hipnotizando y dirigiendo a un comunista holandés, Marinus van der Lubbe, el único acusado por el incendio, para que cometiera el acto.

Otras teorías afirman que fue un error de cálculo de Hanussen al utilizar información privilegiada, ya que pudo enterarse del incendio por sus conexiones con los oficiales nazis. Algunos historiadores creen, basándose en  pruebas de archivo, que el incendio había sido planeado y ordenado por los propios nazis como una operación de bandera falsa.

El incendio del Reichstag no sólo allanó el camino a la dictadura nazi, sino que conllevó la muerte de Hanussen poco después.

El incendio del Reichstag en febrero de 1933.

En este momento, Hanussen había llegado a ser peligroso para Hitler: temía lo que Hanussen pudiera saber de sus futuros planes y de la influencia que podía ejercer en cuanto a popularidad y por sus periódicos.

Hanussen había llegado a ser peligroso: Hitler temía su videncia y sus premoniciones, temía su capacidad de influir en la colectividad. 

Sea como fuere, lo hizo detener por el comando de las SS, por orden de Ernst. El 24 de marzo de 1933, que lo llevó a la periferia de la ciudad y le dispararon por la espalda. Desde entonces su paradero se convirtió en un misterio hasta que, dos semanas después su cuerpo apareció con dos agujeros de bala en la cabeza y claros síntomas de descomposición en un bosque de las afueras de Berlín.

Sólo fue posible identificarlo basándose en  el monograma del sastre de un traje caro, pues el cuerpo había sido devorado por animales. En  efecto, era el cadáver de Hanussen. Se descubrió que tuvo una muerte dolorosa: antes de recibir  12 disparos, había sido brutalmente golpeado.

Se sabe que poco tiempo antes de ser asesinado, Hanussen había anunciado públicamente que no le quedaba mucho tiempo de vida.

Nunca se ha descubierto quién dio la orden del asesinato. Sin embargo, incluso los oficiales nazis de más alto rango como Hermann Göring y  Ernst Röhm, el líder de las SA, habían acudido a Hanussen en busca de ayuda financiera. Tras su  muerte, los papeles donde se mostraba que estos oficiales le adeudaban cantidades superiores  a 150.000 marcos desaparecieron de su Palacio del Ocultismo, y nunca más se encontraron.

En el año 1989 se conmemoró el cien aniversario de su nacimiento y se estrenó la película que el director Szabo realizó acerca de Hanussen, “La noche de los magos”, interpretada por Klaus Maria Brandauer. En esta misma conmemoración se publicaron dos libros escritos por el vidente: su “Autobiografía”, que se cierra con el proceso de Leitmeritz y que describe la manifestación y el desarrollo de las dotes paranormales de Hanussen, y la novela “El fin de New York”.

Espero que os haya gusado.

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